lunes, 19 de octubre de 2009

Grandes Navegantes Parte 4








UN HOMBRE DE ESTATURA MONUMENTAL
(Transcripción y adaptación textual de las memorables conversas de Alvargonzález)

(Continuación de la Parte 3):


En esta ciudad, como más o menos en ninguna otra parte, no se utilizan los puntos cardinales como referencias o como marcas inequívocas. Imagínate que te detienes en la calle y le preguntas a alguien - estás en el centro de la ciudad, (no sé si conoces esta “monstruita” llamada Guadalajara) -  Guadalajara tiene un centro, no es histórico, eso es sólo otro moquete para engañar al turismo, es un centro de gravedad, porque grave está la cosa en el centro. Preguntas ¿por dónde puedo llegar a Las Águilas? Respondes, “mira, agarras allá, derecho para allá y luego das vuelta para allá, buen día”. Nunca diría: “te vas hacia el poniente y luego das vuelta al sur”, no, porque no se acostumbra.


Vamos a decir el sur poniente de la ciudad. Las Águilas, ¿a qué te suena? ¿A un nombre de un fraccionamiento, de una Unidad Administrativa del H. Ayuntamiento de Zapopan?; por allí hay dos águilas, grandotas, estilizadas, son monumentales. ¿Tú sabes por qué están allí o quién puso esas águilas? La respuesta va a ser segura, clara, contundente: “no lo sé”. Oye, ¿y a quién se le ocurrió poner allí las águilas? De nuevo la respuesta “no lo sé”.
Sucede que las águilas fueron puestas ahí en 1957 porque Jalisco empezaba a vertebrarse, a articularse carreteramente, no había carreteras, no había muchas vías de comunicación asfaltadas. En 1957 se colocaron allí porque se abrió la carretera al Sur de Jalisco.
Luis Enrique Bracamontes, originario de Tapalpa, que a su pueblo le regaló carretera para infortunio del pueblo porque le llegaron por asalto estos urbanos serranos que todo transforman, todo trastocan, todo maltratan. Y para allá Zapotlán (llámale tú si quieres “Cd. Guzmán”), y para allá el mar.
Si un día tienes tiempo (yo sé cómo andamos tú y yo en la persecución inalcanzable del salario mínimo cotidianamente, porque los de adelante corren mucho y los de atrás nos seguimos quedando atrás, atrás, en este minado territorio de las finanzas), pero si tienes tiempo ve y asómate y como sabes leer mira lo que dicen allí esas aguilotas. Es la carretera a Manila, todo bien , sólo que el pavimento llega hasta Barra de Navidad, Manzanillo y de allí para adelante has como quieras si quieres llegar a Manila, y allí en las aguilotas aparecen fechas: mil quinientos treinta y tantos, aparecen dos nombres fundamentales: Andrés de Urdaneta y el nombre de López de Legazpi. Sí, fueron puestas esas águilas allí (qué optimistas los planeadores urbanos, pensaron: “vamos a poner aquí dos mojoneras, dos marcas, dos monumentos para marcar el límite de la ciudad y aprovechamos así y rendimos un homenaje discreto, republicano, (son águilas republicanas, águilas estilizadas), un homenaje que no se vea mucho porque la historia oficial es muy selectiva.
Este homenaje a alguien que fue soldado, quien se quemó, quedó casi rostizado ¿cómo sobrevivió? (como dice mi papá: “de que te toca aunque te quites y si no te toca aunque te pongas”). Hay una especie de destino que uno acepta, en ese llamado vocacional, el destino, la fortuna, las circunstancias, las decisiones personales, van tejiendo el propio camino. Allá peleando en el archipiélago de Filipinas por territorio con los portugueses, Andrés de Urdaneta se quemó, quemaduras fuertes, él escribió después que sentía que se asfixiaba cuando por aquel barril de pólvora que le explotó muy cerca por las ventanas de la boca y las narices, tanto humo le entró que no podía respirar y tiene que echarse al agua porque está quemado, y ¿cómo se recuperó de las quemaduras? Pues ve tú a saber.
Urdaneta fue uno de los pocos 17 sobrevivientes de la expedición de Loaisa.
Aquél encuentro casual entre Urdaneta y Pedro de Alvarado, ese encuentro que le significará de nuevo el llamado de la mar. Alvarado le cuenta sus experiencias en los mares del Sur. Se llaman mares del sur porque cuando Vasco Núñez de Balboa se planta en Panamá y mira hacia el nuevo océano que esta frente a sus ojos europeos y que nadie antes que él había visto con ojos europeos. Panamá tiene la característica de tener una “curvita” al continente, entonces él vio el mar hacia el sur, y en sus relatos le llama “La Mar del Sur”. Después Magallanes le pone erróneamente, ingenuamente, le llama La Mar Pacífica, porque vaya que sí es mar brava.
Pedro de Alvarado, el tipo aquél que viene ciertamente no de vacaciones con Hernán Cortés y que ya te sabes la historia, noches tristes y qué se yo.
Pedro de Alvarado convence a Urdaneta de embarcarse de nuevo, un poco empresarios - vamos a tomarlo desde este punto de vista, son hombres emprendedores - Alvarado le dice, yo tengo un poco de dinero, con ese dinero podemos construir unos barcos, entonces ¿qué te parece si para hacer rentable la empresa vamos por especias y las vendemos? Te repito lo que era el camino de la especiería, los portugueses fueron tan astutos en este intercambio de esa materia prima necesaria para la subsistencia colectiva en la transición de la edad media al renacimiento, los portugueses llevaban chile y lo cambian por especias. Es por ello que si tú vas a la India la comida te sabrá justamente a chile, esto vino a condimentar la comida de aquél también “subcontinente” asiático.
Entonces, muerto Alvarado en su lucha con Tenamatzli, Urdaneta se queda varado en México, en esa tierra Nueva España de la que había oído hablar con Loaisa, cuando llegan los refuerzos allá en las Filipinas, una nueva expedición que no puede regresar porque nunca encuentran la ruta de regreso.
Se queda aquí Urdaneta, en Jalisco, se convierte en visitador de pueblos, se le entrega por parte del virreinato el cargo de visitar pueblos, y desempeñando este oficio va a dar a Zapotlán, Jiquilpan, Ameca, Autlán y el puerto de Navidad. ¿Por qué “Puerto de Navidad”? Porque navegando el virrey andaba visitando sus territorios y llega una tarde de diciembre, navidad, a un lugar paradisíaco y le llamo el Puerto de Navidad, antes de que llegara el bendi-maldito turismo (es una bendición maléfica, es uno de tantos males necesarios, es algo que debe ser controlado).
Allí anda Urdaneta investigando si los indios recibían un buen trato y si no era así gestionaba para que se les diera un trato justo, desagraviarlos. Era un tipo de buena voluntad.
Y allí andaba Urdaneta, una vez suspendida la expedición de Pedro de Alvarado. Y tú sabes, la edad lo hace a uno reflectir, reflexionar, andando la navegación personal en el tiempo como que uno empieza a ver las cosas con otra luz. Hace unos días los amigos de una universidad que temerariamente me invitaron a hablar de no sé qué, ciencias de la comunicación, es algo que yo desconozco, pero ahí voy, les contaba que yo soy filólogo, yo me dedico a esto de la historia y la historia del lenguaje y quién sabe cuántos rollos más. Allí pregunté ¿tú sabes qué es la experiencia? Claro, es algo que cuando ya se tiene mucha ya no sirve para nada. ¡Ah, qué respuesta más brutalmente luminosa! La experiencia textualmente significa “ir revisando la muerte propia”. Expedir es justamente eso de asomarte a esa muerte paulatina, a veces es más dolorosa, a veces es más rutinaria, pero ahí va el calendario mordiéndonos ese hilván temporal que nos vincula con la vida.
Urdaneta en este caminar, ir y venir, trabajar de visitador, empieza a encontrar otra vocación aparejada ¿porqué no irse de fraile? ¿Y de qué tipo de fraile? Recuerda, llegaron estos personajes poco después de iniciada la conquista, franciscanos, agustinos, dominicos, también otros que no eran frailes pero pertenecían a una orden religiosa: los jesuitas, que son quienes van a realizar la heroica proeza de poblar, de agrupar a los habitantes que vivían ciertamente en una prehistoria, en una edad de piedra notable: Las Californias. Fíjate, esas californias a las que Cortés en sus intentos de navegar y que nunca le cuajan las expediciones, Cortés las va a bautizar como California.
Andrés de Urdaneta decide irse de agustino. San Agustín, aquél pecador, africano, siglo III, obispo, que su mamá le rezaba al Altísimo para que el muchacho sentara cabeza porque andaba en el “tingo-lilingo” de conquistador, y un día a Agustín se le aparece una señal divina y le dice “tolle lege” (“toma y lee”) y Agustín se convierte y funda una orden monástica y es tan significativa en la humanidad la orden de San Agustín que vas a ver en el siglo XVI un fraile agustino que porque padecía de estreñimiento se pasaba largas horas meditando en la letrina desahogando el vientre, qué más, y se le ocurrieron noventa y tantas tesis y esas tesis desembocan en el paseo de la reforma, pero de la reforma radical del siglo XVI, la reforma eclesiástica, los que serían llamados protestantes y los que se quedarían apegados a la romanidad católica. Martín Lutero fue agustino.
Urdaneta decide tomar los hábitos de fraile. Los agustinos que construirían las fortalezas conventuales. 45 años de edad. 20 de marzo de 1553 seguramente Andrés de Urdaneta dijo “ya no más océanos” pero al claustro le llegó un mandato del rey que le dijo: “a navegar de nuevo”. El virrey Luis de Velasco lo pone en otra nueva expedición hacia las islas del poniente. Ya han pasado varios años desde que emprendió la navegación frailesca. Tengo – le dice en carta dirigida al rey – 52 años y ya no tengo la mucha salud debido a los muchos trabajos que desde mis mocedades he pasado y yo quisiera vivir lo que me resta en quietud, pero considerando el gran celo de vuestra majestad para todo lo que toca al servicio de Nuestro Señor Dios y aumento de la fe me he dispuesto para los trabajos de esta nueva jornada. México 28 de mayo 1560.
El destino de Andrés, ese cuyo nombre ahí está en Las Águilas que nadie ve, el destino de Andrés es navegar. Ha andado demasiado tiempo en aventuras marinas, ha cruzado todos los océanos, ya tiene derecho a una jubilación reposada pero el rey le pide y él se apresta de nuevo a navegar.
Hay una disputa colonial entre cuál será el mejor puerto para lanzar estas expediciones, cuál será el - aunque lo dudes - el Cabo Cañaveral mexicano para lanzar a estos hombres hacia lo casi desconocido.  Lo que es también una maravillosa historia oficial: hay un puerto que se convertiría en el paraíso del “pellejo”, del “cutis” norteamericano y el primer paraíso de sol a precio razonable para que vinieran los del “más allá” a visitarnos y una extensión de la colonia de la arcaica zona rosa de la Cd. De México, ese puerto fue bautizado como el puerto del “Acua Pulcra”, que después derivó en un “Acapulco” y las aguas ya sabes cómo están gracias al turismo. Luego ya vendrían los “eulalios” reconstructores de la historia nacional y convertirían aquello, encontrarían raíces náhuatl: acatl significa agua, entonces a esto casi decían que era el puerto vacacional del emperador Moctezuma, pero fue un asentamiento también español. Acapulco, o dónde instalar esa base de lanzamiento de expediciones: Barra de Navidad.
Fíjate, cerca de Londres, no me estoy saliendo de tema, rumbo al sur de Inglaterra, en Kent, hay un lugar que se llama King’s Forest, los bosques del rey. Cuando Inglaterra y España se enfrentan ya en esta colisión de la cual tú y yo vamos a salir bastante dañados, aunque no lo creas, es la Inglaterra que se dedica a armar barcos para los “perros del mar” de la reina Isabel que va a mandar a cosechar a sus perros del mar porque es más fácil cosechar allí que trabajar, qué se yo, métete al socavón de una mina, métete a hacer expediciones, buscando lo que todos, tú y yo lo buscaríamos también, recursos materiales para explotar; otra vez me desvío: los Ingleses cuando cruzaban el estrecho de Magallanes y para significar esa proeza de haber dado la vuelta se ponían un arete en la oreja izquierda ¿no te suena a un anacronismo de moda? esa es la historia de los aretes en la oreja de los hombres, la arracada que se ponían los marinos cuando lograban realizar esa proeza de enfrentar ambos océanos y sobrevivir a ella. Allí en los bosques del rey King’s Forest se cumplía con una función porque dijeron: “si nos la pasamos cortando árboles para hacer barcos nos vamos a acabar los árboles y luego ¿con qué árboles vamos a hacer barcos? Entonces hay que sembrar árboles para hacer barcos”. ¡Ah que inteligente sentido común!
Urdaneta dice “Que el puerto sea Acapulco, tiene buenas partes para que se arme el astillero para fabricar navíos e para que en él se haga la carga y descarga de ellos por ser uno de los buenos puertos que hay en lo descubierto de las indias, es grande, seguro, muy sano, de buenas aguas pulcras, mucha pesquería y mucha madera para la ligazón de los navíos, pinos para mástiles y entenas. Bien cerca del pueblo es la tierra razonablemente poblada y de esta ciudad arriba hay setenta y tantas leguas. Pero en ese puerto se podrán hacer artillería, anclas, pero también podemos preparar a muchos mancebos que andan hechos - fíjate lo que es la teoría de los oficios y de empleos de Urdaneta - vagabundos para que aprendan oficios, especialmente mestizos e mulatos, negros esclavos emancipados, les enseñamos carpintería, calafatear, torneros, herreros, para que haya oficiales de todo género y llevarlos allá también a las islas del sur, pero propongo que se hagan almacenes de árboles de buena madera para tablazón y se planten muchos, porque de otra manera antes de pocos años habrá falta de buena madera para hacer navíos.”
Ese era Andrés de Urdaneta, visionario. Y nosotros ahí andamos, corte y corte y nadie planta; quita, quita sin pon, pon, pues ¿para dónde vamos? dímelo tú.
Urdaneta anda detrás de las rutas que se pueden seguir y por fin cambia de opinión. Luis de Velasco dice que parta de Barra de Navidad y Urdaneta conoce tan bien el mar que le dice en tono de sorna a uno de los oficiales “yo si voy a Filipinas hasta en carreta me regreso”. ¿Qué quería decir esto? Que nadie había podido regresar, que para volver a México había que atravesar otra vez el océano Índico, había que irse a Europa y luego volver por todo el Atlántico porque nadie sabía cómo, recuerda que son barcos de vela, no hay motores, se depende de la templanza de los vientos.
21 de noviembre 1564, 380 hombres a bordo de esos barcos que fueron habilitados, que fueron prácticamente construidos ahí en el puerto de la Navidad, barcos mexicanos en astilleros montados en nuestras costas, nomás para que te des una idea: todavía no llegaba aquel señor que a los indios les dijo: toma 20 dólares y te compro Manhattan (eso dieron a cambio), pero todavía otro método: ellos se pintan como los buenos de la película, los colonizadores, los padres fundadores de la civilización norteamericana y ellos con el odio a España inyectaron y transmitieron y borraron toda la historia gloriosa de estos proto mexicanos, porque Urdaneta ya había decidido vivir aquí; si era de Guipúzcoa, si había andado por todos los lugares del mundo, había decidido radicar en México, había adoptado ésta como su tierra, donde quería pasar los últimos años de su vida antes de que el rey le dijera: “a navegar otra vez, échate Andrés a la mar”.
“Estoy embarcado con cuatro sacerdotes religiosos y nuestra partida para el poniente será mañana. Van dos naos gruesas, la una de más de 500 toneladas y la otra de más de 300 y un galeoncete de 80 toneladas y un patache pequeño y una fragata. 380 vamos, llevamos por General a Miguel López de Legazpi” (¿te suena a nombre de calle aquí en Guadalajara? ¿Tendrá buenos baches López de Legazpi?) Natural de la provincia de Guipúzcoa, persona de muy buen juicio y cuerda con quien todos los de la armada llevamos muy gran contento. Él va sólo por servir a vuestra majestad y a Dios. Hay una carta que narra el venturoso descubrimiento que los mexicanos han hecho navegando con la armada mandada a hacer en México. (Es increíble, tendría que buscar, no creas que yo invento, te recuerdo yo soy un transmisor, soy un simple difusor, yo no estoy dedicado a investigación profunda, pero aquí en este libro que tengo viene un facsímile de una carta donde ya los navegantes del siglo XVI están en su vocabulario llenos de términos mexicanos, te decía: “petate”, “molcajete”, “chile”, ya van en las vituallas de los marinos, los chiles, ya es una proto-mexicanidad que iba bien, era excepcional, era de unos tamaños prodigiosos.
¿Que cuál va a ser el mérito de Urdaneta? el cumplir con su palabra, encontrar la ruta de regreso. Mira cómo describe Urdaneta lo que ellos encuentran el Filipinas, por ejemplo: “los fugitivos isleños volvieron con ánimo pacifico cuando hacíamos procesión en honor de una imagen de Flandes que encuentran por allá en las islas, díjoles en nombre de quién venían, que aquéllos eran los que habían matado a Magallanes, pero eso había pasado hace tiempo y que ahora eran otras las circunstancias que los protegerían contra los enemigos y que vinieran a formar pueblos también, eran tribus errabundas y que hicieran allí sus ‘tianguis’…” (Es un término totalmente mexicano el que aparece en estas crónicas del abordaje de las Filipinas).
Es el viaje tan atrevidísimo de este Urdaneta y López de Legazpi, el fraile, y en donde también ya en las naos va como símbolo (yo respeto tus creencias, cada quién, pero es un hecho que es un símbolo de la mexicanidad) la imagen de la virgen de Guadalupe, es una imagen totalmente nueva, es una versión (lo que quieras o gustes: milagrosa o interprétala como te de tu respetable gana) pero es una versión teológica de estas figuras deíficas acompañantes de los navegantes.
Urdaneta, según lo acordado después de estar un tiempo allá en Filipinas, viene la segunda parte, el regreso, ¿cómo hacer para regresar si los vientos siempre empujan para el otro lado? No se necesita ser un gran navegante para saber que si tú vas a contraviento en la vida lo más probable es que fatigues y que el viento a la larga gane. No se puede tirar a contraviento.
1 de junio de 1565, seis meses y nueve días después en que la armada había empezado su navegación desde Barra de Navidad. Desde el puerto de Cebú en la nave capitana llamada San Pedro empieza la gran proeza. 1 de junio de 1565. ¿Cómo lo percibió, cómo lo intuyó? No sé. Toma el mapa de México y revisa: Baja California, tiene como una especie de anzuelo hacia el Pacífico y esa Baja California que ya no es mexicana, (sht cállate, se fue así como no queriendo, siempre lo habían querido pero tú sabes, la geografía es una cosa y la geopolítica es otra muy distinta, sht), total, ve el mapa de ésta, la supuestamente mexicana Baja California (que ya nada más le dicen “Baha”) y tiene como un ganchito allí a medias. Allí existe lo que se llama La Punta de Malarrimo. En tiempos de esa quesque guerra mundial, de ese jaleo formidable que se organizaron (es el gran negocio las guerras), allí está el desierto de Vizcaíno (algún día te contaré las hazañas de Vizcaíno, ancestro de todos los Vizcaínos de Sayula, incluso del que se identifica como Juan Rulfo). Sebastián Vizcaíno andaba por aquellos rumbos y el puerto de Abreojos y la Punta de Malarrimo, donde las corrientes marinas traían todo tipo de desechos de guerra, torpedos, bombas, cadáveres, cajas de conservas, tablas, madera, por eso le llamaban “el gran tianguis (mercado) del desierto”, la gente del rumbo iba ahí a proveerse (no de cadáveres, que cada quien trae el suyo a cuestas) de tantas cosas, desechos de guerra que la mar les mal arrimaba allí. ¿De dónde venían? Pues del frente de guerra del pacífico, de allá de Mindanao, de esos lugares que sirvieron para hacer tantas películas donde los japoneses servían para caer en racimos bajo las balas de los grandes triunfadores. Pero ¿cómo intuyó Andrés de Urdaneta que podía navegar valiéndose del viento para hinchar las velas un tramo y luego trepándose en la corriente y volver para acá? Él decía “yo hasta en carreta puedo regresar” y lo cumplió. Miércoles 26 de julio de 1565 avistaron Baja California, iban todos enfermos de escorbuto, aquellos compañeros del viaje de torna vuelta, los 200 que acompañaron a Andrés de Urdaneta, el capitán que venía al mando de la nao era Felipe Salcedo, un nieto de Legazpi muy joven y muy confiado en la pericia de Urdaneta. Baja California, lunes 1 de octubre, llegan a Barra de Navidad, habían andado desde Cebú, según nota el piloto, 1895 leguas. Del puerto de la Navidad se van a Acapulco donde atracaron el 8 de octubre de 1566. Así se consumó el tornaviaje.

Quiero que algún día vayas a Barra de Navidad y veas el fastuoso monumento (sarcasmo) al que le faltan letras, donde se conmemora la hazaña de Urdaneta, ése es nuestro respeto a la historia. Nuestro respeto a ese hombre que decía: “hombre, si van a cortar árboles pues siembren árboles” mira qué teoría. Si ahora decimos: ¡uy! los suecos tan inteligentes que son, cortan uno y plantan tres, debemos imitar a los suecos. Pero si ya teníamos la fórmula. 4 siglos después seguimos sin entender lo que el fraile Andrés de Urdaneta dijo tan claramente. Monje, marino, militar, aquel individuo con las cicatrices de cuando se embarco a los 17 años, cuando la vocación empieza a asomar en la adolescencia, en la pre-juventud. Urdaneta: un individuo de una estatura monumental muere el 3 de junio de 1568 cuando tenía la fabulosa edad de 60 años. En 60 años vivió tantas vidas.


viernes, 16 de octubre de 2009

Grandes Navegantes Parte 3





ANDRÉS DE URDANETA
(Transcripción y adaptación textual de las memorables conversas de Alvargonzález)


(Continuación de la Parte 2):






Hemos tratado de llegar a esas playas jaliscienses, Barra de Navidad, pero por una ruta muy larga, por el estrecho de Magallanes. La vuelta al mundo, ¿recuerdas? Es el siglo XVI, va comenzando lo que se llama “el renacimiento”. El mundo va desnudando su rotundez, la Tierra, la globa, va desanudando su rotundez ante los ojos atónitos de expedicionarios y marinos que se atreven a ir más allá. A la espada y al compás, más y más.
Decía Ortega y Gasset que los seres humanos somos náufragos en busca de orientación, ¿será?
Magallanes no logra su propósito, muere en lo que después sería bautizado como las Filipinas, en honor del rey Felipe II. Esas Filipinas que son el motivo por el que nos vamos a aproximar a Barra de Navidad. Allí muere Magallanes.
El emperador le concede a Juan Sebastián Elcano una condecoración, que era lo que andaban buscando, ya te lo dije, perdona si te lo repito, especias, esa materia prima tan necesaria para la Europa de la Edad Media. La medalla, el emblema que le dan a Sebastián Elcano es muy simbólico y significativo, es un escudo, hay ramas de canela en él, nueces moscadas, un yelmo y un globo terráqueo con esta inscripción: “Tu primus circumdedisti me” (fuiste el primero en circunnavegarme). Y eso es lo que tiene Sebastián Elcano, ¡y lo que son las cosas! ¡Hombre! ya tres años, dar la vuelta, lograr regresar, pues ya apacíguate muchacho, ya fuiste, ya volviste, ya tranquilízate, serénate, trata de ganarte la vida en tierra ¿te acuerdas de cuando llegaste todo flaco, desvencijado como la nao Victoria? Era simplemente una victoria trágica, dramática.
Pues nada, que el emperador se entera del viaje y vuelve a organizar otra expedición de la que nombra capitán a Frey García Jofré de Loaisa, un personaje de la orden militar de Rodas, buen caballero y persona de experiencia en la guerra de la mar y de la tierra y por piloto le dice el rey a Juan Sebastián Elcano: ¿te atreves? Y él responde: “le entro de nuevo”.
Fechas, fechas ¿tú crees que la historia sea cosa de fechas? Coincidencias, mira, más o menos: 24 de julio de 1525, parte Loaisa del puerto de la Coruña con rumbo a la especiería. La Santa María de la Victoria 360 toneladas, Sancti Spiritus 240 toneladas, en ésta es donde va Sebastián Elcano, La Anunciada 204 toneladas, San Gabriel 156 toneladas, Santa María del Parral 96 toneladas, San Lesmes 96 toneladas. Y un barquichuelo pequeño llamado el patache Santiago de 60 toneladas. Aquí es donde nos vamos a encontrar por primera vez a un personaje que ya podemos en un momento dado considerar proto-mexicano, tiene 17 años y allí va en la expedición.
17 años no es mucho, es poco, es un adolescente, ni siquiera podemos decir que es un joven hecho y derecho: Andrés de Urdaneta ¿te suena el nombre?
A propósito de barcos, barquichuelos, armadas y desarmadas, la gloriosa y no tan armada nacional (mexicana), tantos kilómetros de litoral y con aberraciones tales como tener la Secretaría de Marina instalada en la “Mesa Central” (Cd. de México) más cerca de Xochimilco que de cualquier océano, pero así somos, un país que entiende lo nacional de una forma muy “simpática”.
Hace años tuve la suerte de convivir con almirantes de la armada, uno de procedencia santiaguino. De ese pueblo llamado Santiago, próximo a Manzanillo, le pregunté: oye capitán ¿a qué edad te enrolaste en la armada? 17 años - me dice - porque es la edad en la que uno está capacitado para hacer locuras.
A Andrés de Urdaneta le dio por treparse en estos navíos y va a empezar una aventura que le va a tomar la friolera de 11 años, viene todo el recuento de cómo cruzan de nuevo el estrecho de Magallanes y ya en esta oportunidad, que es la segunda ocasión en que unos barquichuelos de hechura humana atraviesan del océano Atlántico al océano Pacífico, donde ahora sí el Pacífico de veras muestra su real temperancia.

La mar andaba tan alta - escribe Urdaneta – que pasaba muchas veces más alto que la mitad del mástil. Esa es más o menos la norma que hay allá, olas de 10, 15 metros, con las cuales Magallanes por suerte no se encontró. “Las terribles tempestades, abonanzó el viento y el sábado siguiente embocamos el boquerón del estrecho”.

Este muchacho de 17 años es observador, escribe sus experiencias y de pronto se tiene que convertir, por necesidad, en marino avezado, en algo más que un simple Urdaneta acompañante, un tripulante de segunda de esos navíos ¿porqué? ¿Te acuerdas quiénes iban al mando de la expedición que su majestad el rey ordena sea habilitada y enviada por el camino, la ruta, de Magallanes? En primer término iba ese con nombre tan simpático Frey García Jofré de Loaisa, capitán general de la armada. “Ya entrados en la mar Pacífica iba muy doliente, murió como católico y buen caballero en su oficio encomendándose a Nuestro Señor y dejó mucha tristeza y dolor a todos los que en aquella nave capitana iban porque además de ser gran capitán, sabio y de experiencia, era de gentil conversación y muy bien visto. Al mar, porque los barcos no pueden cargar con –literalmente - peso muerto y Frey García Jofré de Loaisa se hizo al mar.
Juan Sebastián Elcano se enferma y a los cuatro días de haber enfermado le llevó Dios y le hicieron las mismas obsequias y lo echaron en esa misma mar que fue el primero en cruzar y que lo albergaría para siempre.
Toman rumbo hacia la “Isla de los Ladrones” y se encuentran con un náufrago procedente de la armada de Magallanes. Soy gallego, les dice, me llamo Gonzalo de Vigo y ya sé muy bien las lenguas de estas islas.
Estas expediciones de hombres heroicos, de hombres de una temperanza notable, de una capacidad de soportar estos deportes extremos y ¿cuáles eran las motivaciones? mira, si tu revisas (y no hay que tomarlo desde esa perspectiva), Walter Raleigh, otro que vino acá a expedicionar, que anduvo por Virgina, en Guyana quiso fundar una colonia inglesa; Raleigh, un personaje que primero gozó de las gracias de la reina Isabel, la reina virgen, la reina tan buena para el marquetín histórico, Isabel I de Inglaterra tan memorable para su pueblo, la constructora de una Inglaterra Imperial; Walter Raleigh escribió: “en el fondo de los sueños de todos los expedicionarios y en lo más oscuro y recóndito de ellos siempre brilla el oro”.
Son empresarios, andan buscando algo, hay individuos de más o menos buena voluntad, y de peor voluntad. Los frailes que no tardan en aparecer en estas empresas que, en cuyos sueños aparecía otro tipo de oro: la posibilidad de transmitir sus conocimientos, que ya sea fueran buenos o malos era su convicción,  su entender las cosas.
En estas expediciones a las especierías ya había un problema con los portugueses, aquella línea que trazó Alejandro VI en Tordecillas, culpas de época y sólo las épocas pueden ser entendidas pensando de acuerdo a como se manejaban las cosas en esa época; Alejandro VI dice a los españoles: “de aquí pa’cá ustedes” y a los portugueses: “de aquí pa’cá ustedes, y cuidado me crucen las líneas”. Y los ingleses después dirían “y nosotros ni creemos en lo que dice Alejandro VI por lo tanto las líneas ¿de qué sirven?”
La expedición de Loaisa comienza a resultar un fracaso, se dispersan, al pasar el estrecho de Magallanes se pierde una de las naves: el Santiago; extravía tanto el rumbo que llega a un punto donde ya la tripulación no puede más y tienen que bajar, ven en la costa que hay habitantes y tienen que atreverse a pedir auxilio, y es una descripción tan simpática de quién se echa a nadar para tratar de llegar a la playa y le toca a Juan de Aréizaga que era el capellán de la expedición y con todo aquel jubón y por si las dudas se cargo una espada y en una tabla se echó para tratar de alcanzar la orilla y ya se andaba ahogando y los naturales entraron a rescatarlo, resultó que estaban en Tehuantepec, ¡en México!, vinieron a dar aquellos sobrevivientes de la expedición de Loaisa, el barco pequeño patache, unos barquichuelos redondos que no tenían mucha capacidad navigatoria perdió tanto el rumbo que en vez de irse a las Molucas o a las especierías, fue a dar a Tehuantepec y ándate que se entera el “malo de la película oficial” Hernán Cortés quien dice “pues vamos a construir barcos para tratar de ir - como le dice el emperador - a Java, Sumatra, Malaca y a toda la costa de China abordándola desde México”, Hernán Cortés “malo, malo, malo” (recuerda que así debe ser pintado).
Es aquí donde comienzan un poquito los problemas de interpretaciones, tiene que ver con la política contemporánea, si procedemos de individuos sifilíticos, estúpidos, brutos y échale todos los adjetivos que quieras, entonces ¿cómo quieres que seamos?, pero es nuestra procedencia genética, si la quieres negar y la quieres falsificar pues, allá tú. Por eso algunas veces me atrevo a preguntarte ¿cómo te apellidas? ¿Te apellidas Smith, Kevin, Von Fraister? Qué bonito suenan esos nombres pero, desgraciadamente yo, (“desgraciadamente” eso es lo que nos han hecho creer, que es una desgracia nuestra carga genética) y ¿cuál va a ser la consecuencia? Me apellido González.
Pero en el siglo XVI estaba surgiendo algo que era la mexicanidad como tal, si tú revisas los expedientes, las cartas de estos navegantes, ya utilizan términos que son totalmente mexicanos: petates, molcajetes, utilizan términos que ya son ese mestizaje de la lengua, está brotando una mexicanidad.
Siglo XVI, desde México cara al Pacifico tratar de abordar Asia. México va a ser el primer país de este tan americano continente que entabla relaciones con Japón, que entablan relaciones Guadalajara y San Miguel de Manila. Si tú revisas los apellidos de Filipinas, y esto es una realidad también genética, suenan Yañez, Marcos, la presidenta actual de Filipinas tiene un segundo apellido que es totalmente español ¿por qué? Porque Guadalajara y Filipinas tuvieron mucho que ver, y es a donde vamos, a donde nos va a llevar este individuo Andrés de Urdaneta por la ruta insospechada de la Mar Pacífica.
En el siglo XVI estos barcos mexicanos hechos con materiales y mano de obra mexicana llevarían al extranjero productos de México y empezaba la vida, empieza, mira, te va a resultar a redundancia pero es lo mas cierto que pueda haber: si una nación no nace continuamente no es nación; empezaba a nacer nuestra nación. Y ahora 400 años después, con 9000 Km. de costas no hacemos ni chalupas, lanchas, botes.

Si te cuento que hace poco en el periódico leí a Cuauhtémoc (con ese nombre tan a tono con nuestro entender la mexicanidad), no sé que tan buen navegante sería Cuauhtémoc, pero mandaron hacer un barco escuela a Vigo en España ¿por qué? Porque aquí ya se nos olvido hacer barcos, porque aquí con 9000 Km. de costa somos incapaces.

Ahora en la madrugadía estaba oyendo los pleitos de Campeche y Yucatán por el pulpo, y un país “progre sante” ya hubiera puesto criaderos de pulpo en vez de andarse peleando, como en las rías gallegas, como en otras partes con tecnología avanzada, pero no, allá andan peleando “porque si la veda”, “porque si los de Campeche le quitan el pulpo a los de Yucatán” ¡9000 Km. de costas y no somos un país marino! ¿O sí? Una quebrantada transportación marítima mexicana que anda allí naufragando en el océano de las finanzas es nuestro emblema de comercialización.
En fin, mandaron hacer el Cuauhtémoc allá en Vigo, en España, es un barco maravilloso de 3 palos, 3 mástiles; originalmente, si te arranco un trozo de inocencia para que veas la transposición de las palabras, esos palos, mástiles (y si no me lo crees revisa los diagramas de los barquichuelos del siglo XVI) se llaman vergas. Por transposición, por lo que quieras y gustes, la palabra se convirtió en otra cosa.
Al Cuauhtémoc los españoles tan malos entendedores de nuestro laicismo, le acomodaron en un recoveco una imagen de la virgen de Guadalupe. No sé cuáles sean tus creencias, por mí pueden ser las que quieras y gustes, pero en aquellos navegantes del siglo XVI (fíjate: ya en el siglo XVI) andaban con la imagen de la mexicana virgen de Guadalupe, invocándola para el buen tiempo y el buen viento navigatorio.
Esa separación tan marcada Iglesia-Estado prohibía que en el barco-insignia-escuela de la armada nacional ¿cómo una imagen religiosa? A mí me consta porque en Londres lo oí y lo supe y cómo nos hacemos tontuelos, porque los marinos, los cadetes descubrieron en un recoveco allá oculto en el barco la imagen de la virgen y no dijeron nada, y el capitán lo sabía y todo el mundo lo sabía pero no se podía decir nada porque ¡qué horror! el Cuauhtémoc no podía ser profanado con imágenes religiosas, pero cosas notabilísimas de nuestra vocación fallida marina: cuando empiezan a revisar la historia del siglo XIX, cuando nos hacemos República, el primer comandante de la armada de México es ¡un estadounidense!, o sea, ya estábamos traicionando nuestra… en fin ¡iba bien! Se estaban formando marinos aquí para el abordaje de aquél nuestro próximo occidente y de Europa el remoto oriente.
Álvaro de Saavedra, primo de Cortés, parte de Zihuatanejo el 1º de noviembre de 1527. Las expediciones de Hernán Cortés son un fracaso, los pleitos en los barcos empiezan pa’ pronto, pero total, mientras estos individuos trataban de abordar las islas de las Molucas desde México, allá estaba varada la expedición de Loaisa, que no encontraba cómo regresar y allá estaba Urdaneta y allá estaban en pleitos con aborígenes, con los portugueses y esta expedición de Álvaro Saavedra, pariente de Cortés, una parte de ella logra alcanzar Filipinas, aquellos archipiélagos y se ve como la salvación del regreso, van a intentar el regreso por la misma ruta y nunca encuentran la forma de hacerlo. Es donde Urdaneta va apareciendo como un personaje de la navegación mexicana en aquel 1538 a 11 años de haber partido, aquel chiquillo de 17 años regresa a su casa a Guipúzcoa en la región Vasca y les platica a sus parientes y amigos lo que había visto, lo que había pasado en esos largui-cortos 11 años allá en las tierras en las islas de la especiería.
Permíteme hablar unos pocos minutos sobre este personaje que tanto tiene que ver con Jalisco y con San Miguel de Manila, este personaje llamado Andrés de Urdaneta que de nuevo vuelve hacerse a la mar, y el intento primario es reunirse con un individuo que también tuvo mucho que ver con la conquista de México: Pedro de Alvarado. Los aztecas le llamaban Tonatiuh porque nunca habían visto a un rubio y de pronto Pedro de Alvarado con el cabello rubio, barbado: Tonatiuh, el sol, el cruel Pedro de Alvarado, quien andaba trabajando como Adelantado en Guatemala, ya separado de su antiguo patrón Hernán Cortés se fue a Guatemala y oye de la isla de las especierías y arma barcos y se dispone a aventurarse por aquellos rumbos del mundo.
Lo que son las cosas, el destino: de pasadita y camino de Guatemala para ya enfilar hacia el poniente que es el rumbo para llegar a Japón, las Filipinas, llega a Barra de Navidad y allí no creas que había muchos antros, ni discotecas, nada que entretuviera a estos navegantes, estos hombres de acción, y le manda decir el virrey Antonio de Mendoza: “oye, necesitamos un ‘canillazo’ porque acá andan levantados unos zacatecas chichimecas que no están muy de acuerdo con nuestra venida, con nuestro sistema que estamos imponiendo; ven y danos una mano para apaciguar a Tenamatztli”, y aquella frase tan soberbia, tan arrogante de Pedro de Alvarado: “Cómo temen a estos gatitos”, como diciendo “si yo derroté a los aztecas, que ésos si eran fieros, entonces ahora vengo, vamos estacionando aquí los barquichuelos mientras yo voy”.
Esta movilidad también parece imposible, te reto, toma un caballo de Barra de Navidad y arráncate hasta Nochistlán Zacatecas a repartir bandurria; como que es un poquito difícil, aquellos jinetes indómitos… ¿te acuerdas por ejemplo de Simón Bolívar? (y esto es un hecho histórico y si no me lo crees ve a Colombia o a Venezuela y pregunta) ¿cómo le decían a Simón Bolívar por aquella capacidad que tenia de montar a caballo? Le decían “culo de hierro”, ¿por qué? Porque vaya que sí se necesita algo más que buena voluntad para estar arriba de una montura.
Pedro de Alvarado con aquellos gatitos, con aquella arrogancia, pierde la vida en el enfrentamiento con Tenamatztli, tiempo de aguas, el caballo de Montoya que se le viene encima porque Montoya de pronto se acobarda y no quiere entrar en batalla y muere Pedro de Alvarado aquí en Jalisco, aquél el del Templo Mayor. Imagínate que te cae un caballo en la caja torácica. Le preguntan ¿qué le duele capitán? Y responde “Me duele el alma” y hasta ahí llegó.
Urdaneta y Pedro de Alvarado se conocieron en España y Pedro le dijo: “oye, vamos allá, enséñame el camino”.

jueves, 15 de octubre de 2009

Grandes Navegantes Parte 2





JUAN SEBASTIAN ELCANO
(Transcripción y adaptación textual de las memorables conversas de Alvargonzález)



(Continuación de la Parte 1):


Esa playa tan bonita, Barra de Navidad (Jalisco), con lo ejidos, con todos sus problemas porque de pronto llegó ese mal tan necesario que es el turismo y se convirtieron todos los terrenos cara al mar en un margallate como en el caso de Bahía de Cochinos, también conocida como Bahía de Banderas o Puerto Vallarta. Qué porquerías se hicieron cuando vinieron los de allá (USA) a decirnos que era bonito Bahía de Banderas, donde a lo bestia se ha contaminado.
La ruta es tan larga y tan alambicada que vamos a comenzar por Sanlúcar, más bien por Sevilla, vamos a comenzar por aquellas latitudes, por lugares que poco aparentemente tienen que ver con Barra de Navidad.
Te decía que fue un hombre de una talla monumental, la aventura más audaz de la humanidad fue la que emprendió éste, cuyo nombre en portugués fue castellanizado porque fueron los reyes de España los que lo patrocinaron, no fue ninguna cervecería ni ninguna marca conocida de refrescos sino los reyes de España, fueron los que creyeron a este hombre verboso y desasosegado.
Fue él capaz de dar la vuelta, tal cual, dar la vuelta al mundo. Estamos hablando del siglo XVI, ese siglo cuando dos eras de la humanidad van a encontrarse o van a sucederse en forma muy paulatina o gradual.
Alguna vez andando febrero, día 5, te conté sobre la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero 1917, que imposible que todo México se enterara que ya había una nueva constitución para el día 6 de febrero. En aquél entonces, 1917, tomaba sus compases el enteramiento colectivo de la novedad. Lo mismo pasó entre la Edad Media y el Renacimiento, no fue que un día andando el siglo XVI se levantara Giovanni en Italia, Josefo o Juanito en España, John en Inglaterra o Jean en Francia y dijera: ¡mamá, mamá, ya empezó el Renacimiento, hoy ha empezado el Renacimiento! No, fue todo un siglo de paulatina transformación de la Edad Media a lo que se llamó El Renacimiento, algo de lo que está urgida de nuevo la humanidad, de renacer, de reinventar, de reingenierar el proceso éste llamado desarrollo, tan caótico, tan ferozmente destructivo.
Estamos hablando de 1519 cuando parten de Sevilla aquellos barcos que te contaba: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, todos amparados por esos nombres divinos, recuerda que el lema de los descubridores era aquél “a dios y ad ventura”. Recuerdo lo que decían los fenicios: “lo importante no es vivir, sino navegar”, echarse a marear a la mar, a ver qué había más allá.
“El camino que Fernando de Magallanes quería hacer era navegar derecho a poniente hasta que circundando el orbe llegase a levante, y esto es lo que parecía difícil de poderse hacer y cuasi imposible…” dice el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en aquello que se vio en el siglo XVI. “Era cuasi imposible porque estaba en duda si la natura hubiese dado tal disposición o tal entrada en la tierra firme que navegando hacia poniente pudieren ir a levante.”
Te voy a hacer una pregunta: ¿qué tan especial eres tú? Ahora otra pregunta a propósito de gustos, de gastronomía: ¿qué tan especiada te gusta la comida? La comida mexicana tiene fama de ser muy especiada, muy especial, ahí está, cuidado con las palabras, una comida con especias suficientes es una comida especial. Tú y yo necesitamos especiarnos. No creas que estoy desviándome mucho del tema. En el siglo XVI y cuando Colón llega a estos rumbos de la globa terrestre, cuando –insisto- la Madre Tierra empieza a desnudarse, empieza a mostrar su rotundez en este idioma en el que tú y yo hablamos, en el que se escribieron las cartas de marear, las crónicas de los viajes aquellos. En el libro de José Luis Martínez se muestra lo que se necesitaba para atravesar el Atlántico, o mucha necesidad o mucho gusto por la aventura o andar buscando eso que era tan necesario para Europa: las especias, no había refrigeración, no había mucha sanidad en las ciudades, los palacios debieron necesitar de aromas para moderar esa atmósfera tan fétida. Las especias eran algo tan necesario para poder vivir, para preservar los alimentos, para condimentarlos, especias que Europa no producía por su templanza climática, especias de países lejanos, es una materia prima indispensable para el ser humano. Por eso era el lance de llegar a Oriente, los países de las especierías, a donde el clavo, la pimienta, la canela, dime tú ¿cuántas especias conoces?

Empiezan los problemas, te contaba, motines, porque Magallanes era muy hermético, no le gustaba compartir mucho sus ideas. Los capitanes empiezan a dudar de que Magallanes en realidad supiera a dónde van y tienen toda la razón: Magallanes no tiene la más mínima idea.
Mira cómo son las cosas: Cuando Vasco Núñez de Balboa en Panamá se asoma y dice “acá hay otro mar” en esa cinturita continental, en ese punto que luego serrucharían los fabricantes de continentes y de naciones para abrir el canal de Panamá. Serrucharían la gran Colombia y quedaría un “paisito” para luego echarle serrucho y abrir el canal. Cuando Vasco Núñez de Balboa se asoma y ve ese novedoso océano no registrado en las cartas, en los mapas, y es la única parte del continente donde da “vueltita” la cintura panameña y la bautiza como “La Mar del Sur” y Magallanes anda buscando el paso entre el Atlántico y la Mar del Sur.
Magallanes encontró el paso y lo determinó como “El Cabo Deseado” y que después se llamaría “El estrecho de Magallanes”. El Pacífico, era puro engaño, porque cuentan los cronistas que ese cruce en el estrecho de Magallanes, de ordinario, es entrar a un lugar donde hay olas de 15 y más metros. Olas enormes, pero Magallanes por cuestiones de suerte encontró un mar tranquilo, engañosamente pacífico.
Igual, seguir navegando hacia el poniente procedente del levante. Ya perdieron algunos navíos, ya han ocurrido muertes, degollados, motines, escorbuto, hambre. Una vez que encontraron el paso hacia el Pacífico empiezan a navegar durante 3 meses sin ver tierra, y van muriendo, 19, por si quieres el número exacto. “Si Dios y su Madre Bendita no nos hubieran dado la gracia de tan buen tiempo, todos hubiéramos perecido en ese inmenso mar, y es la navegación más terrible en la crónica de los sufrimientos humanos”.
Avistan tierra en las Islas Marianas que van a bautizar como la isla de los ladrones porque, mira qué curioso dice: “eran tan inocentes los que vivían en las Islas Marianas, eran tan cándidamente puros que no tenían el concepto de lo que conocemos como tuyo y mío”. Eran una especie de comunistas del siglo XVI, se subían al barco y comenzaban a tomar lo que les daba la gana, no es que estuvieran cometiendo ninguna tropelía sino que para ellos era lo más normal: yo lo necesito, entonces lo tomo. ¿Qué es tuyo? Yo no sé qué signifique eso de tuyo. Era la isla de los ladrones que casi les desmantelan los barcos sobrevivientes.
¿A dónde van a dar a final de cuentas Magallanes y su grupo? a Cebú (Filipinas), donde no estaban muy capacitados para atender a los turistas y una flecha envenenada dio en la pierna del capitán Magallanes, quien siguió combatiendo a pesar de estar herido, “que nunca por vergüenza se quiso retraer hasta que al fin un indio le tiró una lanza de caña con la que le dio en la cara que le pasó de una parte a otra y le derribó muerto”. Hasta ahí llegó Magallanes. Escapan y ¿qué sigue si el capitán, el de la idea original ya no está, ahora que hacemos?

Sebastián Elcano toma el mando de la expedición. 30 españoles mueren en ese enfrentamiento con el cacique de Cebú. 115 quedan de los 265 que habían salido de Sanlúcar en Sevilla.
Dos navíos quedan, Trinidad y Victoria, y están tan deteriorados los navíos que ya navegan como por arte de magia. Sebastián Elcano - que es otro navegante español – toma el mando, alguien tiene que tomar las decisiones. Es el 8 de noviembre de 1521, ya han pasado más de 2 años desde que partieron de Sanlúcar de Barrameda y Sebastián Elcano decide, si quedan la Trinidad y la Victoria, la Trinidad lo más que puede hacer es regresar otra vez, tratar de alcanzar América, Panamá. Y la Victoria tirar pa’lante para tratar de llegar a Europa y decir “pudimos, pudimos dar la vuelta al mundo”.
Y allí van navegando, 13 de febrero de 1522 y otro problema surge: portugueses y españoles por obra y gracia de mandatos papales habían llegado a un acuerdo mediante el Tratado de Tordecillas de no interferir el descubrimiento, colonización, conquista, expansión imperial, no interferir a partir de ciertos paralajes terrestres. La Victoria ya se ha internado en lo que corresponde a Portugal, y los portugueses no pueden soportar a los españoles. Total, necesitan víveres, bastimentos, y en Cabo Verde Sebastián Elcano decide mandar una lancha a ver si pueden recoger algo de alimento, y los portugueses reconocen la identidad de los marinos y los 12 hombres que envía Elcano por provisiones no regresan. Ya son únicamente 18 los que quedan en la nao La Victoria. 18 que tienen que hacer la travesía entre Cabo Verde y Europa.

Toma un mapa y verifica las distancias tan prodigiosamente largas. Ahora en avión toma sus buenas largas horas, imagínate lo que sería intentarlo en un barco que se va desvencijando, con 18 tripulantes que tienen que hacer de todo, de arregla-barcos, de carpinteros, 18 que no pueden dormir ni de día ni de noche porque las necesidades del barco así lo implican. 13 de julio de 1522, parten de Cabo Verde y el 6 de septiembre llegan a Sanlúcar de Barrameda, donde 3 años antes habían comenzado el viaje 265 hombres bajo el mando de Magallanes, regresan sólo 18, caen de rodillas a tierra y besan aquella dura, la buena, la firme tierra patria.
Sebastián Elcano, ¿qué tiene que ver con Barra de Navidad? Si tienes paciencia, más adelante te puedo contar cómo indirectamente tiene que ver éste que completó la primera circunnavegación, el Vasco Sebastián Elcano, con Barra de Navidad. (Continuará)



miércoles, 14 de octubre de 2009

Grandes Navegantes Parte 1

FERNANDO DE MAGALLANES
(Transcripción y adaptación textual de las memorables conversas de Alvargonzález)

Vamos a recordar a los grandes navegantes olvidados por la historia y que realizaron proezas que ahora resultan imposibles incluso para esos jóvenes amantes de los deportes extremos, que no harían, no repetirían, lo que aquellos navegantes hicieron.
México, ya actuando como nación incipiente - te estoy hablando del siglo XVI -, México actuando como punto de referencia fundamental para la hechura de otras naciones.
Vamos a retomar un trozo de nuestra historia que yo quiero divulgar: cómo México ha sido también metrópolis. Cuidado con las palabras porque si no, nos tropezamos. La historia es un juego encantador de palabras, pero si no sabemos tú y yo lo que las palabras significan… entonces: metrópolis, metros, madre. Polis: ciudad. En sentido figurado la metrópolis viene a ser la parte engendradora, maternal, la incubadora de otras formas de ser.
El simple penacho no nos ajusta para explicar la mexicanidad, que va. Si tú vas allá para el barrio de Analco (Guadalajara), al otro lado del río, al templo de San Sebastián, donde fueron a poner la estatua que removieron de frente al templo Expiatorio que allí había sido colocada en mil novecientos cincuenta y tantos, de Cuauhtémoc, estatua muy mal lograda, un bronce malhechote, (el escultor no andaba muy inspirado), ahí dice al pie de la estatua: “A Cuauhtémoc, padre de la mexicanidad”. ¡Si pues cómo no! (sarcasmo).
Cuauhtémoc no es el único padre de la mexicanidad, de una mexicanidad que nos hemos empeñado en tratar de explicar sólo con el penacho puesto, que va, pero esa es la forma republicana muy propia del siglo XIX de darle validez sólo a una parte de la mexicanidad.
México ha sido metrópolis engendradora de naciones, que no se nos olvide esto. Ahora somos un pueblo muy metido en casa, un pueblo un poquitín reducido a la impotencia: “pues así somos y ni modo: para otros sean los grandes proyectos, para nosotros simplemente imitar”. Pero esto que se llama México alguna vez anduvo por el mundo secundando grandes faenas civilizadoras y misioneras. Empecemos:
Uno de los géneros literarios más encantadores, que a mí más me envuelve, más me atrae, son las biografías. Más allá de la historia están las biografías, quiénes fueron los que hicieron tal o cual cosa. En una biografía que se escribió sobre quien conocemos como Fernando de Magallanes se dijo que él había sido el protagonista de la aventura más audaz de la humanidad.
Vamos a empezar por el rumbo de Magallanes, el estrecho de Magallanes, para que entiendas lo que ocurrió a partir de Jalisco, de alguien que no tiene ninguna estatua relevante, tiene un monumento muy discreto que nadie atiende ni nadie se da cuenta de la significación presunta que quiso tener el monumento, aquí en Guadalajara.

A este Fernando de Magallanes en Portugal no le hicieron caso, se fue a España donde llegó precedido de fama de ser muy verboso y desasosegado. ¿Qué es eso de verboso? Yo que diera por ser verboso, no para esto a lo que me dedico, sino verboso para cuestiones de “marquetín” para envolver mercadotécnicamente al contrincante, pero no, no se me da.
Es Fernando de Magallanes el verboso que convence a la Corona Española de que le dé financiamiento para un proyecto que tenía bastante de extraño, ¿porqué? porque significaba el proyecto de Magallanes llegar hacia el oriente navegando para el poniente ¿entiendes eso?
Volvamos con lo de la geopolítica y una vez más te lo repito para que veas también el mundo cómo está estructurado geopolíticamente. Yo pudiera en vacaciones ofrecerte un viaje doble con todos los gastos pagados al lejano oriente. El lejano oriente, sí, pero de Europa, porque para nosotros los americanos es el más o menos lejano occidente. Si tú y yo nos plantamos en la orilla de la playa de Chamela, Tenacatita o Barra de Navidad y nos echamos a navegar para llegar a Japón tenemos que irnos hacia donde el sol se pone. Esa era la propuesta de Fernando de Magallanes: navegar hacia el poniente para llegar hacia el oriente y pues ¿quién le iba a hacer caso? Hasta que los reyes de España le dijeron: “ándale pues, te damos para los barquitos y a ver a dónde llegas”.
Agosto 1519, 5 barcos abandonan la rueda de Sevilla para seguir la corriente del Guadalquivir, Sanlúcar de Barrameda (algún día asómate a los mapas, que son como los diccionarios: “no muerden”, y es una placeridad el ver e ir descubriendo puntos que ni siquiera imaginabas, seguir rutas, travesías.)
Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, las naves de Magallanes. 110, 120, 90, 85 y 75 toneladas (Eran unas “habichuelas” en medio del mar, no son nada; imagínate los tráileres o furgones que circulan por las ciudades, si no me equivoco pesan algo similar). Magallanes va al mando de la Trinidad, al mando de las otras van Juan Cartagena, Gaspar de Quesada, Luis de Mendoza y Juan Serrano. Son 265 hombres en total.
Llevaban las bodegas repletas de vituallas: galletas marinas era algo muy usual, abarrotar las naves con galletas marinas que eran unos cocimientos de harina que mal sabían pero pues daban para “vitaminarse”; frijoles, arroz, legumbres, tocino, quesos, ajos, azúcar, llevaban ganado también para ir utilizando la leche; vino, telas para reponer las velas que pudieran romper los temporales, troncos para mástiles, brea, llevaban herramientas para remendar los barquichuelos, porque no era cosa de hablar a la compañía de seguros y decir “aquí estoy varado, vengan por favor a ayudarme” o “mándenme un mecánico”. Eran individuos habilitados en más de un oficio. Objetos para trueque, cuchillos de Alemania, tijeras, espejos, anzuelos, ése es el inventario de las naves de Magallanes que todavía existe allí en el Archivo de Indias de Sevilla.
Estoy hablando de Magallanes porque es el preámbulo de un navegante que ya fue un protomexicano, un individuo de una estatura monumental histórica, pero como no somos muy buenos para navegar en la historia, por lo tanto está ahí arrumbado (que es un término marino: darle rumbo a algo). Es un individuo al que republicanamente no hay que reconocerle muchos méritos, pero fue alguien de una dimensión internacionalmente colosal. Las naves de Magallanes llevaban artillería, brújulas, astrolabios, cuadrantes de madera, compases, mapas en donde Magallanes guardaba el secreto de la ruta que pensaba seguir. Magallanes convenció a más de uno que tenía un secreto que nomás él conocía: la ruta, esa ruta paradójica para navegar rumbo al poniente y llegar al oriente. Luego resultaría que no era ningún secreto sino una aventura, sólo un presentimiento.
“Pasajeros de Indias: viajes trasatlánticos en el siglo XVI” es un libro escrito por José Luis Martínez donde te cuenta cómo eran esas navegaciones, cómo era el atravesar el Atlántico, el cálculo de probabilidades: de 100 personas que se embarcaban un 10% ya se sabía que nunca iban a llegar, no aguantaban; y los otros corrían un altísimo riesgo de desaparecer en las aguas del Atlántico.
En la navegación de España a México, pasando por las islas Antillas, cuando se empieza a cartografiar en esta lengua los territorios recién encontrados, los territorios que no existían en ningún mapa globalizante, empezaron a discurrir nombres muy de esa forma de que a nada de lo nuevo se le puede llamar con palabras nuevas sino con palabras viejas: A las islas del Caribe que resultaron ser islas coauxiliares del abordaje les llamaron Antillas, que es una derivación de la palabra “anchilla” que en latín no quiere decir otra cosa sino “servidor”. Las “islas del servicio”.
Ahora te resulta muy elegante decir “voy a las Bahamas” y no es otra cosa que la derivación de la palabra española “bajamar” porque el fondo marino que rodea esa parte de las Antillas es muy bajo. Y claro, llegan los ingleses y les dicen en español “bajamar” y ellos dicen bahamas, oh yes… ¿por qué reprochar el hablar en esta tan llana y castellana lengua? En nuestro idioma se escribieron las cartas de marear que utilizarían luego los navegantes tan famosos y venerados por los ingleses: los piratas, para lanzarse a navegar por el mundo.
Fernando de Magallanes es el pionero de una empresa a la que le va a seguir un individuo que aunque haya nacido en Guipúzcoa, se convertiría en mexicano y durante buen rato vivió en Jalisco, ¿lo conoces?
Todo esto es una especie de prólogo. Un largo rodeo para llegar a la costa de Jalisco y a uno de los navegantes más extraordinarios que ha producido México, tal cual. Sería muy extenso que te contara lo del viaje de Magallanes. Es algo estrujante porque ya no es como ahora con los deportes extremos y todas esas cosas: estar en la punta del Everest pero con teléfonos satelitales y aquello de “mami, estamos bien”. Los navegantes se echaban a marear sin ninguna posibilidad de ponerse en contacto con nadie hasta su regreso, la pura incertidumbre. Ellos tenían un lema, muy compacto, muy conciso y muy funcional: “Adiós y aventura”. Esa palabra que tú y yo utilizamos cada vez menos porque cada vez más decimos “bye”, pero que originalmente en nuestro idioma era “a dios”. Esa figura divina cabía en la boca de los navegantes: adiós y ad ventura, que no es otra cosa que decir de forma elegante “futuro”, lo incierto del futuro.

El mapa de navegación de Magallanes es algo notabilísimo, cómo va descendiendo, cómo pasa por las Islas Canarias, cómo se aproxima a este continente cada vez más americano (en ese tiempo todavía no se llamaba continente americano). Llega a un río en enero, que en portugués le llama “”Río de Janeiro” y luego a un puerto donde la pasó tan bien que le llamó “Puerto Alegre”. Llegaron a una parte donde ven un monte, te lo voy a decir en pretérito latino: “monte vidi”, y si lo digo en presente en latín suena “monte video” “veo un monte”, la ciudad ahora de Montevideo; y pasa por el río de la Plata y el golfo de San Matías y San Julián. Los conflictos empiezan, las penalidades de los navegantes. Imagínate lo aburrido que era aquello: trepados en un barquichuelo, las escenas de individuos sin otros quehaceres más que mantener el barco a flote, ver qué se iba a comer, dónde se iban a aprovisionar, pues no se iban con todo pagado y reservaciones hechas, sino que era ver dónde se iban a recalar las naves, como se reparaban y empiezan las desconfianzas porque los capitanes se dan cuenta de que Magallanes no sabía sino simple intuición era lo que le llevaba a navegar. Magallanes tenía un carácter muy hermético, se encerraba y no decía nada y no reconocía que ni él mismo sabía para dónde iban, y los capitanes se desesperaban y empezaban las trifulcas, las muertes, realmente era una violencia aquella, la muerte.
Esos programitas televisivos de ahora que están fundamentados en revisar cómo se comportan los seres humanos ante el hartazgo: los encierran en una casa y comienzan los conflictos, la lucha por el poder. Si se pudiera se matarían entre algunos de ellos, ahora lo más sencillo es salirse de la casa, decir “perdí el concurso” y seguir adelante; pero ¿cómo te sales de un barquichuelo en donde estás encerrado con otros individuos que ve tú a saber su procedencia, su propia historieta, sus propios complejos, su propia forma de ser, y tener que convivir?
Hechos violentos de una crudeza formidable y la esperanza de llegar ¿a dónde? ¿Pues para dónde vamos? Navegan silenciosamente, solemnemente, en medio de una soledad absoluta. Las noches en la mar. ¿Alguna vez has visto la noche en algún barquichuelo? Qué horror, a mí no me hables de cruceros que me da repelús, erisipela, me dan ganas de… arcadas, pues.
Y Magallanes no sabía que al ingresar en el cono sur, en la parte austral del mundo, el clima cambiaba y él creía que estaba terminando el invierno y lo que pasaba es que se estaba adentrando el invierno y en un invierno muy próximo a la Antártica, y se empiezan a perder los barcos y empiezan a separarse las esperanzas aquellas, fallidas.
Si tú revisas los mapas contemporáneos, todavía hablan de una Patagonia. Magallanes en una de esas recaladas en un punto de la geografía de Sudamérica se encuentra con un individuo, un gigantón, que tiene unas “patas” enormes, una “patagón”, así lo bautizan ellos, incluso lo invitan a viajar con ellos para que al llegar de regreso pudieran mostrar algo insólito: un “patagón”, un aborigen patón, gigantesco, de una estatura enorme, los indios patagones que después serían aniquilados por el flamante gobierno argentino del siglo XIX que erradicó a la “indiada” en un genocidio previo, para que veas que los argentinos tienen una gran tradición, el argentino italianizado, justamente.
Otro de los avistamientos que hace Magallanes en aquellas gélidas aguas australes es fuego, fuegos en la costa, lumbradas enormes, le llama Tierra de Fuego, así la bautizó Magallanes, y allí da la vuelta y pasan del Océano Atlántico a una mar que Magallanes bautizó como la Mar Pacífica, el Pacífico. Fue pura suerte porque de pronto, después de prueba y error de ese laberinto (revisa el mapa y asómate allá por Ushuaia, ve el laberinto de islotes y todas esas complicaciones navegatorias) que va resolviendo el genio de Magallanes para atravesar lo que ahora se conoce como el estrecho de Magallanes, donde los dos mares se encuentran, el Atlántico y lo que él llamo “La Mar Pacífica” ¿porqué? porque tuvo la suerte de encontrarla así, tersa, sin mayores problemas de navegación, porque los problemas se iban a dar sobre los barquichuelos sobrevivientes. Pasando el Pacífico encontró justamente ese estrecho, ese lugar que era el que había intuido que se daba. Navegando hacia el poniente llegaría hacia el oriente de Europa.
100 días, 100 noches sin ver absolutamente nada sino agua, agua, cielo, nada.
Las enfermedades, hambre, comenzaron a comerse a los ratones de los barcos, pedazos de cuero del que estaban forrados los mástiles, era un cuero tan duro por su exposición al sol que era preciso remojarlo unos días, cuatro o cinco, para ablandarlo. Van muriendo, 19 y el patagón que llevaban como muestra de sus descubrimientos… (continuará) 




martes, 13 de octubre de 2009

Nuestras raíces

ALVARGONZÁLEZ
CONVERSA SOBRE NUESTRAS RAÍCES. 1988

Transcripción de la conversa radial de Álvaro González de Mendoza “Alvargonzález” en Radio Universidad de Guadalajara. Año de 1988. (Desafortunadamente el inicio no pudo ser grabado, ésta comienza trunca)   

… No muy  confiable si se tiene en cuenta que la TV se ha convertido en la moderna “Pensadora Mexicana” y quizá para escarnio y a destiempo del buen Fernández Lizardi que en su época pretendió ser eso: el “Pensador Mexicano”. Parece bien cierta la nunca dicha frase del “dime qué canal ves y te diré en qué piensas”. Y bien confirmada la hipótesis de “quien no ve televisión es desconfiable” ¿Porqué? Por que salirse del canal es un poco riesgoso.
Pero con eso de que “lo que uno no puede ver, en su casa lo ha de tener” debo decir que mis hijas sí ven televisión y mucha, o sea que son tele-adictas, de esas que se quedan dormidas cuando el sueño les alcanza pase lo que pase por la pantalla del televisor. Hace poco, avanzada la noche, debí repetir la misma maniobra que tantas veces he hecho: entrar sigilosamente al cuarto de mis hijas y apagar el aparato. En ese momento, el Gran Canal del Desagüe Electrónico (¿estará bien decirlo así?) exhibía unas ruinas prehispánicas, olmecas por más señas, y al final del breve corte se dijo algo tan sencillo como “Nuestras Raíces”. Así de simple.
¿No te ha pasado a ti que una palabra, en noche de insomnio, se convierte en devanadora de sesos? A mí se me prendió a la sesera el término raíces que paradójicamente me disparó la pantalla del pensamiento al apagar la del televisor. Cosas que ocurren.
Y ahora me toca reconocer mi botánica ignorancia y decir que la botánica no es un tema que domine ni remotamente, pero mi desconocimiento no es tan grande como para no percibir que sin raíces, raigambre, nada puede florecer. Mi ignorancia no es tan monumental como para no entender que cualquiera planta, vista con detenimiento, muestra un sistema complejísimo radicular, de raíces, en la cual cada una de las partes tiene una función específica. Yo le llamo a esto “botánica de sentido común” con aplicación tanto en el caso de plantas benéficas como en tratándose de plagas. Oye pero ¿es que tú puedes imaginar una planta cualquiera sin raíces?
Y la a palabra tiene algo de cavernoso o subterráneo, suena hondo, profunda, insospechada: Raíces. Con diversidad de profundidad dependiendo del caso vegetal, hay que escarbar para encontrarlas, pero ¿y tratándose de casos humanos? Oye, por cierto, ¿Cómo andan tus raíces? Te decía ya a los comienzo de esta radio conversa que no debes confiar mucho de quienes no pensamos con el televisor puesto en la cabeza porque, generalmente, nos salimos de canal. ¿Es tan peligroso hacerlo? Por ejemplo, digamos, aceptando lo que el otro día me echaba en cara la pantalla: mis raíces son olmeca, pero da la horrible casualidad que yo ahora estoy utilizando para comunicarlo, un idioma que nada tuvo que ver con los honorables olmecas que ya habían desaparecido con su misterio histórico antes que esta lengua se trasvasara de Europa hacia acá. Algo me resuena a entrampamiento del que no hemos podido o no hemos querido librar nuestras propias raíces.
A lo que voy es de nuevo a esgrimir aquello de “botánica de sentido común” como frágil excusa  al decir que si en el reino vegetal, las raíces o raigambre siempre constituyen un sistema armónico en el que no hay contradicción ¿porqué en el reino animal pretendemos que sí puede ocurrir, que podemos florecer de la contradicción? Es decir, si el ser humano es un animal racional, si se acepta eso, se tendría que aceptar que somos los únicos animales capaces de entender nuestras raíces. Los únicos seres vivientes con esa potencialidad: Entender nuestra raigambre o permitir que ella nos asfixie con su entrampamiento.
Todo tiene su historia, todos cargamos con nuestras historietas. Oye, por cierto, ¿conoces tú el nombre de tus bisabuelos? Alguna vez he pensado que quien no sepa el nombre de sus bisabuelos, no tiene el más mínimo respeto por sus propias raíces, por su historia o historieta personal, lo cual es bien lamentable.
O decir que todo tiene su historia y por tratarse de que es octubre cuando hago estas palabras, te cuento que hasta las fiestas octobrinas de Guadalajara la tienen. ¿Historia? ¿Historieta? Lo de la escala dímelo tú y lo de las raíces festivas que lo diga el que sepa ¿porqué en octubre? Como quiera que sea, es un buen mes aquí, para fiestas.
Creo que comenzaron por 1968 y luego de diversas y predecesoras ferias que no tuvieron continuidad. Hubo hasta una Feria del Maíz, digo, varias ferias del maíz y luego de aquella monumental Feria de Jalisco que sirvió para inaugurar la Central Camionera.
Pero más que hacer una minuciosa descripción de lo que ocurre año con año en las citadas Fiestas de Octubre, me valgo de ellas para asomarnos a unas raíces cuya negación sólo ayudará a que nunca florezcamos integralmente. ¿No quedamos en que el llamado florecimiento en el reino vegetal tiene mucho que ver con la armonía radicular o de raigambre o de raíces?
Las fiestas son una excelente ocasión para que los mariachis suenen con alegre son. ¿Mariachis? Ya vendrán por allí a decirte que el nombre procede de una palabra francesa, el concebido cuento aquél de que cuando en la intervención francesa esos conjuntos tocaban en las fiestas de bodas y del mariage (matrimonio) al mariachi no hubo sino una breve trasposición. Totalmente falsa la hipótesis. Lo extraño es que en realidad nadie sabe de dónde procede la expresión que según la investigación notable que se hizo hace pocos años, se usaba aquí en Jalisco, mucho antes de que Napoleón III pensara en apadrinar a Maximiliano. Según consta en un registro parroquial de la Villa de Purificación, el Señor Cura dejó testimonio que un ruidoso conjunto con ese nombre (mariachi) impedía, por tocar en las proximidades del templo, que el sermón dominical se oyera. Y el acta data de a mediados del siglo pasado, o sea que en ese tiempo ya existía con ese nombre el mariachi.
¿Mariachi Azteca? Como nombre suena muy bonito, pero como realidad histórica suena tan obtuso como ese antro llamado Fragata Azteca… ganas de naufragar en la historia…
La base del mariachi, si no me equivoco, es la guitarra; y el primer idioma en que cantó ese instrumento que vendría a revolucionar la música toda en el mundo, fue precisamente en éste en el que ahora hablamos. Nada más español que la guitarra.
Cuando estas tierras fueron colonizadas (por bien o por mal, pero fueron colonizadas), los primeros pobladores se encontraron que los habitantes originales no conocían la escala dodecafónica, sólo pitos, flautas y atabales. Fíjate lo que digo: Tal vez la música de nuestros ancestros haya sido encantadora, pero era cosa imposible, otra cosa muy diversa e imposible de interpretar con lo que llamamos mariachi, con guitarras.
¿Mestizaje? Eso es, mezcla de raíces y, en ocasiones, mezcla tan compleja que más nos valdría irla entendiendo.
Oye ¿qué sería de nuestras Fiestas de Octubre sin las peleas de gallos? Son bien nuestras ¿no? Aquí para entender que tan nuestras son hay que embarcarse por el rumbo de la Barra de la Navidad en una expedición que daría mixturas o mestizajes insospechados.
Cuando Urdaneta y Legazpi se echaron a navegar desde la Barra jalisciense de la Navidad, llegaron a unas islas, pocos meses después, a las que bautizaron con el nombre de Filipinas y en nombre de su Rey. Y con esas mil y tantas islas del archipiélago se entabló una relación sumamente peculiar: Un flujo e influjo, reflujo entre esta entonces Nueva Galicia, Nueva España y aquellas Filipinas.
La llegada de la nao de Filipinas a esta orilla del Pacífico, y luego de salvar a escollos naturales y a piratas, era anunciada con júbilo porque en ella venían sedas, especias, joyas y mercaderías notables, cosas y objetos desconocidos, exóticos. En la nao y traídos por un tal Mendaña llegaron los cocoteros, por ejemplo, que ahora parecen haber estado siempre en nuestras costas jaliscienses. Y en la nao llegaron y bien de contrabando para eludir la mano dura de la ley, los gallos de pelea, que pareciera son consustanciales a las mexicanísimas ferias de toda ralea, pueblos y ciudades gozan con lo poco de gozable que tiene el espectáculo en sí, y con lo mucho de asiático o de mundano el fervor por las apuestas.
¿Y te imaginas lo que serían nuestras fiestas sin corridas de toros? Pueden gustarte o no, ese es cuento aparte, pero creo que saldremos de acuerdo si decimos que es una festiva danza de vidi-muerte ¿parte de nuestras raíces? Incierto tal vez, pero indudablemente las corridas de toros forman parte de una mexicanidad que no existía previo al mestizaje.
El ganado vacuno, una de cuyas variantes es el toro de lidia, vino de España con toda una cultura añadida que tomaría carta de naturalización aquí. ¿Y es que se puede hablar de la cultura charra? y en más de un sentido, creo, fíjate, el nombre viene de Salamanca y no la de Guanajuato, sino la española y prima Salamanca. A una hora en las inmediateces salmantinas existe el llamado Campo Charro, planicie que toponímicamente daría su nombre a toda una serie de faenas ganaderas, la charreada o charrería, en las que jinete y caballo se conjugan y conjuegan con el ganado en un campo apto para ello.
La llamada charrería no fue sino una derivación festiva de las actividades ganaderas surgidas en tiempos de la colonia. Un poco aquello de “descansar haciendo adobes”. La diferencia de las corridas de toros, que a ambas orillas del Atlántico permanecerían básicamente idénticas, las faenas ganaderas debieron ajustarse a las nuevas modalidades de estos extensísimos y charros campos. Así, la pértiga, instrumento esencial para maniobrar el ganado en España, debió ser sustituida por otra herramienta más funcional: el lazo. Fustes y monturas debieron ser modificados a fin de adaptarlos a su nueva circunstancia vaquera o ganadera.
Una de las extrañas paradojas en nuestra confusa raigambre es que primero fue el charro, luego el vaquero en las planicies norteñas y de ellos surgió el “niño vaca” o cowboy sacralizado por Hollywood y reverenciado subliminal o sublimemente por nosotros. Ocurre que cuando en el siglo pasado se movieron los linderos de un México entonces extensísimo, mayúsculo, los recién llegados aprendieron de manos mexicanas la ganadería y sus artimañas en las tierras que acababan de adquirir. ¿Pero es que no te das cuenta que la palabra rodeo es totalmente nuestra? Claro, los niños vaca la pronuncian “ródio” y nos la venden como producto made in USA, entonces sí vale…
Te decía al comienzo que todo en el mundo vegetal tiene relación profunda con raíces y me atreví a afirmar que el animal racional es el único ser viviente en la Tierra, que puede encontrar sus raíces para poder desplantarse del suelo hacia las alturas.
Creo que te insinué también algo: Que nuestro mestizaje tiene una trama radical, de raíces, bien complicada, pero en la medida en que sigamos invalidando parte de nuestra raigambre seguiremos atrapados en este embrollo de un aztequismo a ultranza que no ajusta para explicar lo que somos, lo que fuimos, ni para definir lo que queremos ser.