jueves, 15 de octubre de 2009

Grandes Navegantes Parte 2





JUAN SEBASTIAN ELCANO
(Transcripción y adaptación textual de las memorables conversas de Alvargonzález)



(Continuación de la Parte 1):


Esa playa tan bonita, Barra de Navidad (Jalisco), con lo ejidos, con todos sus problemas porque de pronto llegó ese mal tan necesario que es el turismo y se convirtieron todos los terrenos cara al mar en un margallate como en el caso de Bahía de Cochinos, también conocida como Bahía de Banderas o Puerto Vallarta. Qué porquerías se hicieron cuando vinieron los de allá (USA) a decirnos que era bonito Bahía de Banderas, donde a lo bestia se ha contaminado.
La ruta es tan larga y tan alambicada que vamos a comenzar por Sanlúcar, más bien por Sevilla, vamos a comenzar por aquellas latitudes, por lugares que poco aparentemente tienen que ver con Barra de Navidad.
Te decía que fue un hombre de una talla monumental, la aventura más audaz de la humanidad fue la que emprendió éste, cuyo nombre en portugués fue castellanizado porque fueron los reyes de España los que lo patrocinaron, no fue ninguna cervecería ni ninguna marca conocida de refrescos sino los reyes de España, fueron los que creyeron a este hombre verboso y desasosegado.
Fue él capaz de dar la vuelta, tal cual, dar la vuelta al mundo. Estamos hablando del siglo XVI, ese siglo cuando dos eras de la humanidad van a encontrarse o van a sucederse en forma muy paulatina o gradual.
Alguna vez andando febrero, día 5, te conté sobre la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero 1917, que imposible que todo México se enterara que ya había una nueva constitución para el día 6 de febrero. En aquél entonces, 1917, tomaba sus compases el enteramiento colectivo de la novedad. Lo mismo pasó entre la Edad Media y el Renacimiento, no fue que un día andando el siglo XVI se levantara Giovanni en Italia, Josefo o Juanito en España, John en Inglaterra o Jean en Francia y dijera: ¡mamá, mamá, ya empezó el Renacimiento, hoy ha empezado el Renacimiento! No, fue todo un siglo de paulatina transformación de la Edad Media a lo que se llamó El Renacimiento, algo de lo que está urgida de nuevo la humanidad, de renacer, de reinventar, de reingenierar el proceso éste llamado desarrollo, tan caótico, tan ferozmente destructivo.
Estamos hablando de 1519 cuando parten de Sevilla aquellos barcos que te contaba: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, todos amparados por esos nombres divinos, recuerda que el lema de los descubridores era aquél “a dios y ad ventura”. Recuerdo lo que decían los fenicios: “lo importante no es vivir, sino navegar”, echarse a marear a la mar, a ver qué había más allá.
“El camino que Fernando de Magallanes quería hacer era navegar derecho a poniente hasta que circundando el orbe llegase a levante, y esto es lo que parecía difícil de poderse hacer y cuasi imposible…” dice el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en aquello que se vio en el siglo XVI. “Era cuasi imposible porque estaba en duda si la natura hubiese dado tal disposición o tal entrada en la tierra firme que navegando hacia poniente pudieren ir a levante.”
Te voy a hacer una pregunta: ¿qué tan especial eres tú? Ahora otra pregunta a propósito de gustos, de gastronomía: ¿qué tan especiada te gusta la comida? La comida mexicana tiene fama de ser muy especiada, muy especial, ahí está, cuidado con las palabras, una comida con especias suficientes es una comida especial. Tú y yo necesitamos especiarnos. No creas que estoy desviándome mucho del tema. En el siglo XVI y cuando Colón llega a estos rumbos de la globa terrestre, cuando –insisto- la Madre Tierra empieza a desnudarse, empieza a mostrar su rotundez en este idioma en el que tú y yo hablamos, en el que se escribieron las cartas de marear, las crónicas de los viajes aquellos. En el libro de José Luis Martínez se muestra lo que se necesitaba para atravesar el Atlántico, o mucha necesidad o mucho gusto por la aventura o andar buscando eso que era tan necesario para Europa: las especias, no había refrigeración, no había mucha sanidad en las ciudades, los palacios debieron necesitar de aromas para moderar esa atmósfera tan fétida. Las especias eran algo tan necesario para poder vivir, para preservar los alimentos, para condimentarlos, especias que Europa no producía por su templanza climática, especias de países lejanos, es una materia prima indispensable para el ser humano. Por eso era el lance de llegar a Oriente, los países de las especierías, a donde el clavo, la pimienta, la canela, dime tú ¿cuántas especias conoces?

Empiezan los problemas, te contaba, motines, porque Magallanes era muy hermético, no le gustaba compartir mucho sus ideas. Los capitanes empiezan a dudar de que Magallanes en realidad supiera a dónde van y tienen toda la razón: Magallanes no tiene la más mínima idea.
Mira cómo son las cosas: Cuando Vasco Núñez de Balboa en Panamá se asoma y dice “acá hay otro mar” en esa cinturita continental, en ese punto que luego serrucharían los fabricantes de continentes y de naciones para abrir el canal de Panamá. Serrucharían la gran Colombia y quedaría un “paisito” para luego echarle serrucho y abrir el canal. Cuando Vasco Núñez de Balboa se asoma y ve ese novedoso océano no registrado en las cartas, en los mapas, y es la única parte del continente donde da “vueltita” la cintura panameña y la bautiza como “La Mar del Sur” y Magallanes anda buscando el paso entre el Atlántico y la Mar del Sur.
Magallanes encontró el paso y lo determinó como “El Cabo Deseado” y que después se llamaría “El estrecho de Magallanes”. El Pacífico, era puro engaño, porque cuentan los cronistas que ese cruce en el estrecho de Magallanes, de ordinario, es entrar a un lugar donde hay olas de 15 y más metros. Olas enormes, pero Magallanes por cuestiones de suerte encontró un mar tranquilo, engañosamente pacífico.
Igual, seguir navegando hacia el poniente procedente del levante. Ya perdieron algunos navíos, ya han ocurrido muertes, degollados, motines, escorbuto, hambre. Una vez que encontraron el paso hacia el Pacífico empiezan a navegar durante 3 meses sin ver tierra, y van muriendo, 19, por si quieres el número exacto. “Si Dios y su Madre Bendita no nos hubieran dado la gracia de tan buen tiempo, todos hubiéramos perecido en ese inmenso mar, y es la navegación más terrible en la crónica de los sufrimientos humanos”.
Avistan tierra en las Islas Marianas que van a bautizar como la isla de los ladrones porque, mira qué curioso dice: “eran tan inocentes los que vivían en las Islas Marianas, eran tan cándidamente puros que no tenían el concepto de lo que conocemos como tuyo y mío”. Eran una especie de comunistas del siglo XVI, se subían al barco y comenzaban a tomar lo que les daba la gana, no es que estuvieran cometiendo ninguna tropelía sino que para ellos era lo más normal: yo lo necesito, entonces lo tomo. ¿Qué es tuyo? Yo no sé qué signifique eso de tuyo. Era la isla de los ladrones que casi les desmantelan los barcos sobrevivientes.
¿A dónde van a dar a final de cuentas Magallanes y su grupo? a Cebú (Filipinas), donde no estaban muy capacitados para atender a los turistas y una flecha envenenada dio en la pierna del capitán Magallanes, quien siguió combatiendo a pesar de estar herido, “que nunca por vergüenza se quiso retraer hasta que al fin un indio le tiró una lanza de caña con la que le dio en la cara que le pasó de una parte a otra y le derribó muerto”. Hasta ahí llegó Magallanes. Escapan y ¿qué sigue si el capitán, el de la idea original ya no está, ahora que hacemos?

Sebastián Elcano toma el mando de la expedición. 30 españoles mueren en ese enfrentamiento con el cacique de Cebú. 115 quedan de los 265 que habían salido de Sanlúcar en Sevilla.
Dos navíos quedan, Trinidad y Victoria, y están tan deteriorados los navíos que ya navegan como por arte de magia. Sebastián Elcano - que es otro navegante español – toma el mando, alguien tiene que tomar las decisiones. Es el 8 de noviembre de 1521, ya han pasado más de 2 años desde que partieron de Sanlúcar de Barrameda y Sebastián Elcano decide, si quedan la Trinidad y la Victoria, la Trinidad lo más que puede hacer es regresar otra vez, tratar de alcanzar América, Panamá. Y la Victoria tirar pa’lante para tratar de llegar a Europa y decir “pudimos, pudimos dar la vuelta al mundo”.
Y allí van navegando, 13 de febrero de 1522 y otro problema surge: portugueses y españoles por obra y gracia de mandatos papales habían llegado a un acuerdo mediante el Tratado de Tordecillas de no interferir el descubrimiento, colonización, conquista, expansión imperial, no interferir a partir de ciertos paralajes terrestres. La Victoria ya se ha internado en lo que corresponde a Portugal, y los portugueses no pueden soportar a los españoles. Total, necesitan víveres, bastimentos, y en Cabo Verde Sebastián Elcano decide mandar una lancha a ver si pueden recoger algo de alimento, y los portugueses reconocen la identidad de los marinos y los 12 hombres que envía Elcano por provisiones no regresan. Ya son únicamente 18 los que quedan en la nao La Victoria. 18 que tienen que hacer la travesía entre Cabo Verde y Europa.

Toma un mapa y verifica las distancias tan prodigiosamente largas. Ahora en avión toma sus buenas largas horas, imagínate lo que sería intentarlo en un barco que se va desvencijando, con 18 tripulantes que tienen que hacer de todo, de arregla-barcos, de carpinteros, 18 que no pueden dormir ni de día ni de noche porque las necesidades del barco así lo implican. 13 de julio de 1522, parten de Cabo Verde y el 6 de septiembre llegan a Sanlúcar de Barrameda, donde 3 años antes habían comenzado el viaje 265 hombres bajo el mando de Magallanes, regresan sólo 18, caen de rodillas a tierra y besan aquella dura, la buena, la firme tierra patria.
Sebastián Elcano, ¿qué tiene que ver con Barra de Navidad? Si tienes paciencia, más adelante te puedo contar cómo indirectamente tiene que ver éste que completó la primera circunnavegación, el Vasco Sebastián Elcano, con Barra de Navidad. (Continuará)



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